El Concreto
El concreto
Tuve que cambiar de turno. A las visitas las mandaban a la
planta de concreto. En este caso las visitas son quienes no
están designados en el turno, así que ya sabía la que me esperaba. Harta pega,
polvo fino de cemento, todo el turno con respirador y lentes.
A los demás les dieron la nombrada y el jefe le dijo al Chapu, -Quiero pedirte
un favor, después de la choca me echas en la olla un poco de mezcla,
mira que debo tapar un hoyo-. El Chapu que era bien mandado dijo, -No se preocupe
jefe, así lo haré. El Chico y yo nos fuimos a la planta, él subió al segundo
piso, donde estaban los comandos, yo me quedé en el primero donde estaban las
hileras de sacos de cemento 10 de ancho y 6 sacos de alto, es decir 60 sacos.
Había que tomarlos, y lanzarlos a la boca de la máquina de concreto. Ésta tenía
unos dientes que rajaban el saco, luego uno lo levantaba y caía el cemento a
esa boca que lo succiona y se agregan los otros ingredientes “áridos”
para hacer el concreto que se cargaba en los camiones para llevarlo al mixsel.
Escuché la orden del chico Tapia: -Ya compadre póngale cemento no más-. Tomé el
primer saco lo enterré en los dientes y lo levanté y así todo el contenido fue
succionado por la máquina. Así fueron 20 sacos de una pasada para dos camiones.
Tomé un respiro, ya habían dos corridas menos de sacos, me saqué el respirador
un rato, pasaron unos minutos y llegaron dos camiones más, de vuelta a vaciar
sacos que costaba más porque la ruma estaba más baja, y de nuevo levantar,
lanzar, y sacar mientras la máquina succionaba y pedía más cemento sin parar,
20 sacos mássssss. A esa altura transpiraba como condenado, el sudor se
ennegrecía con el polvo del cemento que flotaba en el aire y el respirador
estaba húmedo de tanto jadeo. Ni que estuviera haciendo el amor con una golosa.
Ya quedaban solo las dos hileras de abajo… Descansé otros minutos y llegaron
los otros dos camiones. A esas alturas, más costaba levantar los sacos, la
cintura hacia más fuerza, pero ya levantado el último, se fueron dos camiones
más… A descansar me dije. No pasó ni un minuto y llegó un Yale cargadito que
fue acomodando en hileras de nuevo, así no tardaron en estar los 60 sacos nuevamente.
Para no creer, me decía… Llegaron dos camiones más, levantar, lanzar, levantar
sacar….20 sacos más… 80 sacos y ya los brazos me llegaban al suelo, nunca en mi
vida me había sentido tan cansado, no sé cómo pasó el tiempo y eran las dos,
hora de ir a choquear y de termino del turno…
Fui al casino como sonámbulo, allá estaba el Chapu también, me senté a su lado.
A él le había tocado manejar el camión pekamil. Choqueé, tomé como 100
litros de jugo como para votar el polvo que se me había pegado hasta en las
tripas… el Chapu contaba sus chistes, bromeaba conmigo y se acordó de llevar la
olla con mezcla que le pidió el jefe… riendo decía: para que mi
jefecito tape su hoyito, yo lo miraba no más, cabreado como estaba no tenía
ganas de responder a su chanza. Comenzamos a caminar hacia la jaula, yo creo me
llevaba que el puro instinto… Más cansado que un buey, lo único que quería era
desplomarme en los asientos del tren. En la jaula el Chapu seguía riéndose,
echándome la talla… hasta que llegó el jefe, más enojado que la cresta. -Donde
está el Chapu- tronó, todos se lo apuntamos y en seguida lo puso de
vuelta y media, ¡¡Como podís ser tan huevón!! ¡¡Te dije que me echaras un poco
de mezcla de concreto, pero secooo, no preparado!! ¡¡La hueva se secó y
la olla cagó!!… ¡Quedó toda la huevá dura como piedra por el acelerante!!…
¡¡Mañana me traes una olla nueva, si no, no subas saco de huevas!!
… A pesar del cansancio… me cagué de la risa y se me olvido por un momento lo
mal que iba….jajjajajajjajaja
Ver la cara roja del Chapu diciendo, puta que la cagué, fue la guinda que
alegró mi cansado día.
Poeta Minero
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