No era nuestra hora


 No era nuestra hora

            Nos dieron la nombrada de ir a trabajar en una cuadrilla de 4 al cruzado 50 en punto de extra. Cada uno se hizo cargo de los implementos necesarios para la faena encomendada. Extintor, barretillas para acuñar, palas, y el napoleón, por si había que cortar malla.
            Nos dirigimos por una ruta compartida entre palas mecánicas y personal, bien señalizada. Hay que tener cuidado por ser equipos enormes y con poca visibilidad del operador, si hay descuido, se muere uno aplastado. Lo que ha sucedido.
            Íbamos comentando lo del día anterior en donde acuñamos parte del cerro donde teníamos la nombrada. Lo hicimos con una barretilla de 6 pies y otra más corta. Era una tubería de ¾ con una especie de uña soldada y en el otro extremo una punta, con la cual golpeábamos el cerro vivo y sondear si sonaba hueco, si sucedía, procedíamos a meter la punta con la uña haciendo palanca y la roca suelta se desprendía. Una roca de grandes proporciones se vino abajo, era el cerro vivo decían los viejos, en el sector donde la roca no estaba sujeta por ningún perno lechado, o sostenida con malla y shocret, por lo cual, atentos a que si cruje el cerro, es que algo pasa y nos ponernos a resguardo y no morir con el monstruo de piedras encima.
            De pronto, en medio del túnel vi una roca que tenía una pequeña abertura. Acordándome del curso que enseña el comportamiento para cada situación, tomé la barretilla la levanté y apenas topé la roca se vino abajo otra de unos 60 centímetros de largo por 30 de ancho, que se encuentra en medio del túnel como mesa de centro. Quedamos estupefactos, ¡Si no nos hubiéramos detenido hubiéramos sido aplastados.
            La cuea dijimos todos, dando gracias a la clase de acuñadura de ayer, que nos enseñó a andar por sectores donde está el cerro vivo


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